El Arca de la Alianza.

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Por: Ibrahim Perez.

Arca de la Alianza

Según la creencia judía y cristiana, el Arca de la Alianza era un cofre sagrado ubicado en el Lugar Santísimo (en hebreo, Kodesh ha-Kodashím) del Tabernáculo. Más tarde se colocó en el Templo de Jerusalén construido por Salomón. Según la Biblia fue construida por mandato divino y siguiendo su propio diseño. Según narra el Libro del Éxodo de la Biblia, dicho cofre contenía las Tablas de la Ley: tablas de piedra en las cuales Dios le dijo a Moisés que escribiera los Diez Mandamientos fue entregado a Moisés y él lo enseñó al pueblo en el monte Sinaí. Hay quienes sostienen que se trataba de las segundas Tablas y los restos de la primera; por otro lado, otros sostienen que además se guardó un rollo de la Torá.

El Arca de la Alianza: el objeto más sagrado y poderoso del antiguo Israel. Construido con madera rectangular espolvoreada con acacia de oro.

 

Diferentes Nombres

Los autores de la Biblia emplearon más de veinte expresiones diferentes para referirse al arca, siendo las más comunes «el arca de la Alianza» (en hebreo: ʼaróhn habberíth; en griego: kibōtós tēs diathḗkēs;​ y «el arca del testimonio»,​ expresiones que no son privativas de ningún escritor en particular y que se usan indistintamente. Asimismo es conocida como «arca del Convenio» o «arca de Yahveh».

Según la tradición judía, otra expresión o equivalente al Arca de la Alianza, es el «arca del Pacto» (en hebreo:ארון הברית), la cual fue construida para las «Tablas del Pacto», o bien, también se le denomina «Arca de Dios».

 

Modelo y Diseño

Lo primero que Dios le detalló a Moisés, cuando le dio las instrucciones para construir el tabernáculo, fue el modelo y el diseño del arca, dado que iba a ser el objeto principal y más importante no solo del tabernáculo, sino también de todo el campamento de Israel. El cofre en sí mismo medía 2,5 codos de largo, 1,5 de ancho y 1,5 de alto (111 cm × 67 cm × 67 cm) y estaba hecho de madera de acacia, revestido de oro puro tanto por dentro como por fuera. Coronaba el arca un artístico “borde de oro” en forma de guirnalda “sobre ella […] en derredor”. La segunda parte del arca, su cubierta, estaba hecha de oro macizo, no meramente de madera revestida, y tenía la misma longitud y anchura que el cofre. Sobre esta cubierta había montados dos querubines de oro de labor a martillo, uno a cada extremo de la cubierta, con sus rostros vueltos el uno hacia el otro, las cabezas inclinadas y las alas extendidas hacia arriba “cubriendo la cubierta protectoramente”.​ A esta cubierta también se la conocía como “el propiciatorio” o “cubierta propiciatoria”.

Para transportar el arca, se suministraron largos varales, hechos también de madera de acacia revestida de oro e insertados a través de dos pares de anillos de oro a ambos lados del cofre. Como estos varales no se debían quitar de sus anillos, nunca había necesidad de que los portadores del arca la tocaran. En las esquinas había cuatro “patas para caminar, patas flexionadas como para caminar”, para que no se apoyase directamente en el suelo, aunque no se sabe qué altura tenían. Parece que los anillos estaban montados justo por encima de las patas, o quizás sobre las mismas.

 

Ceremonia de Inauguración y Uso

Bezalel y los hombres de corazón sabio que le ayudaban se atuvieron a las instrucciones explícitas recibidas y construyeron el arca con los materiales con los que el pueblo había contribuido. ​Un año después del éxodo, finalizado y erigido el tabernáculo, Moisés puso dentro del arca las dos tablas de la Ley (Deuteronomio 10:1-5 – Antiguo Testamento – menciona que durante unos pocos meses, desde el momento en que Moisés recibió las tablas de la Ley en la montaña hasta que se trasladaron al arca construida por Bezalel, estuvieron guardadas en un arca provisional de madera de acacia hecha con ese fin). Seguidamente, Moisés introdujo los varales por los anillos del arca, le colocó la cubierta y la llevó al tabernáculo. Una vez allí, puso en su lugar el velo que separaba el Santo del Santísimo y después, como parte de la ceremonia inaugural, ungió con aceite el arca y todos sus utensilios. A partir de entonces, siempre que los sacerdotes desmontaran el tabernáculo para levantar el campamento, emplearían el mismo velo divisorio, además de una cubierta de pieles y una tela azul para cubrir el arca con el fin de impedir que el pueblo la mirase ‘el más mínimo momento, y por lo tanto muriese’.

El Tabernáculo o Santuario, (en hebreo, מִשְׁכָּן‎, Mishkán, literalmente «morada»), según el Tanaj, fue el santuario móvil construido por los israelitas bajo las instrucciones dadas por Dios a Moisés en el Monte Sinaí.2 No debe ser confundido con el Templo de Jerusalén o también conocido como el Templo de Salomón, construido en el siglo X a.C.

El arca hacía las veces de archivo sagrado para conservar ciertos artículos que servían de recordatorio o testimonio. Las dos tablas del Testimonio o los Diez Mandamientos eran su principal contenido. ​También se guardó en ella una “jarra de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que echó botones”, pero más tarde, en algún momento anterior a la construcción del templo de Salomón, se sacaron de ella.​ Poco antes de morir, Moisés dio una copia del “libro de la ley” a los sacerdotes levitas y les dijo que la deberían guardar, no dentro, sino “al lado del arca del pacto de Yahveh su Dios, […] de testigo contra ti”.

 

Historia del Arca

La Biblia indica que el arca fue mandada construir por Moisés al orfebré Betzalel​ y su diseño ordenado según Dios lo había dispuesto; fue usada en la conquista de Canaán y con ella Josué consiguió abrirse paso en las aguas del Jordán al contacto de éstas con el arca, y durante siete días fue paseada en torno de Jericó, que cayó luego en poder de dicho caudillo.

 

El arca fue fijada en Silo. Durante la época de Elí y Samuel, sucedió uno de los episodios más impresionantes del que se cuenta acerca del arca de Dios. Durante una cruenta guerra contra los filisteos fue llevada al campamento israelita con el objeto de levantar la moral de los guerreros. Pero después de una trágica derrota del pueblo hebreo, donde también murieron los dos hijos del juez y sacerdote israelita Elí, los filisteos la tomaron como un valiosísimo trofeo, dando lugar a un verdadero luto en todo el país de Israel. En poder de aquellos estuvo unos meses, aconteciendo que desde el momento que fue llevada al templo de la gigantesca estatua del dios Dagón en Asdod, este quedó dos noches consecutivas postrado delante del arca, solo que la segunda vez decapitado y sin las manos, a lo que siguió una ola de estragos, desastres y plagas azotando todo aquel país. Los filisteos, horrorizados por aquellos sucesos, habían dejado que el arca fuese sola en un carro tirado por dos vacas. Después los animales pararon en Bet Semes: varios habitantes de aquel lugar murieron por el trato poco reverente que dieron al objeto sagrado.

 

De allí fue trasladada a Gabaá. Luego Saúl la habría utilizado en la campaña contra los filisteos. Posteriormente David con un acompañamiento solemne la habría trasladado a Sión. Sin embargo, de camino a Sión había ocurrido un accidente: Uza, un encargado del arca, quiso sostenerla en un momento de bamboleo y cayó muerto de repente. David atemorizado la dejó durante 03 meses en casa de Obededom. Seguidamente, desde Sión la reliquia fue instalada en el majestuoso templo de Salomón en tiempos de su reinado en Jerusalén.

 

Luego, desde que Nabucodonosor II, rey de Babilonia, invadió Jerusalén, destruyendo el templo y saqueando todos los objetos valiosos del mismo, el arca previsoriamente fue llevada y colocada en un lugar seguro y secreto antes de la invasión y posterior deportación de los judíos. Precisamente -en ese tiempo de la destrucción del Templo- Jeremías es el profeta ungido responsable de hablar. Según el registro de los Macabeos, Jeremías tomó el arca -lo cual representaba el trono de Dios- para ocultarla en el Monte Nebo.

 

Símbolo de la presencia de Dios

El arca representó durante su existencia la presencia de Dios, quien prometió: “Allí ciertamente me presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta, desde entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio”. “En una nube apareceré encima de la cubierta.” (Éx 25:22; Le 16:2.) Samuel escribió que Yahveh ‘estaba sentado sobre los querubines’ (Sa 4:4), de ahí que estos sirvieran como “la representación del carro” de Yahveh. (Cr 28:18.) Por lo tanto, “siempre que Moisés entraba en la tienda de reunión para hablar con Yahveh, entonces oía la voz que conversaba con él desde más arriba de la cubierta que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y le hablaba”. (Nú 7:89.) Más tarde, Josué y el sumo sacerdote Finehás también inquirieron de Yahveh delante del arca. (Jos 7:6-10; Jue 20:27, 28.) Solo al sumo sacerdote le estaba permitido entrar en el Santísimo y ver el arca un día al año, aunque no con el propósito de comunicarse con Yahveh, sino para llevar a cabo la ceremonia del Día de Expiación. (Le 16:2, 3, 13, 15, 17; Heb 9:7.)

 

La presencia de Yahveh representada por el arca resultó en que el pueblo de Israel disfrutase de otras bendiciones. Cuando el pueblo levantaba el campamento, la costumbre era que el arca y la nube de Yahveh fuesen delante. (Nú 10:33, 34.) Así, al tiempo de cruzar el Jordán, Yahveh detuvo el caudal del río cuando los sacerdotes que llevaban el arca pisaron las aguas de la orilla, y de ese modo se les permitió cruzar por el cauce seco. (Jos 3:1–4:18.) Asimismo, en la marcha alrededor de Jericó, un contingente militar iba delante, seguido de siete sacerdotes que tocaban el cuerno; luego iba el arca y por último, las fuerzas de retaguardia. (Jos 6:3-13.) La victoria alcanzada en Jericó contrasta con la derrota que tiempo atrás habían experimentado, cuando un grupo de rebeldes intentó temerariamente iniciar la ocupación de la Tierra Prometida, contraviniendo las instrucciones divinas y sin que ni ‘el arca del pacto de Yahveh ni Moisés se hubiesen movido de en medio del campamento’. (Nú 14:44, 45.) Hasta los filisteos, un pueblo enemigo, percibieron la presencia de Yahveh cuando el arca estuvo en el campo de batalla. Atemorizados, gritaron: “‘¡Dios ha entrado en el campamento [de Israel]!’ […] ‘¡Ay de nosotros, porque una cosa como esta nunca antes ha sucedido! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos salvará de la mano de este majestuoso Dios? Este es el Dios que fue golpeador de Egipto con toda suerte de matanza en el desierto’”. (Sa 4:6-8.).

 

La presencia de Yahveh siguió haciéndose manifiesta cuando los filisteos se apoderaron del arca y se la llevaron a Asdod para colocarla junto a la imagen de Dagón. Aquella noche, la imagen de ese dios cayó rostro a tierra; a la noche siguiente, la estatua cayó de nuevo delante del arca y quedó con la cabeza y las palmas de las manos separadas del cuerpo. En el transcurso de los siete meses siguientes, el arca fue pasando de una ciudad filistea a otra, y según pasaba, plagaba a los filisteos con hemorroides, y dejó a Eqrón sumida en “una confusión mortífera”, hasta que finalmente fue devuelta a Israel, junto con la ofrenda por la culpa requerida. (Sa 5:1–6:12.)

Representación del Dios Filisteo Dagón.

La relación del arca con la presencia de Yahveh exigía que se la tratase con el debido respeto y la más alta consideración. Debido a esto, tanto al ponerse en marcha el arca como al posarse, Moisés pronunciaba expresiones de alabanza a Yahveh. (Nú 10:35, 36.) Por otra parte, tal fue la impresión que causó en el sumo sacerdote Elí oír que los filisteos se habían apoderado del arca, que perdió el equilibrio, cayó de espaldas y se desnucó. Por el mismo motivo, cuando su nuera estaba en la agonía de la muerte, dijo: “La gloria se ha ido de Israel al destierro, porque el arca del Dios verdadero ha sido tomada”. (Sa 4:18-22.) Posteriormente, el rey Salomón afirmó: “Los lugares a los que ha venido el arca de Yahveh son cosa santa”. (Cr 8:11.)

 

El arca no era un amuleto mágico, su sola presencia no garantizaba el éxito; más bien, las bendiciones de Yahveh dependían de la condición espiritual y de la obediencia fiel de los que la poseían. Por esta razón, los israelitas, acaudillados por Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a su infidelidad, a pesar de que el arca estaba en el campamento. (Jos 7:1-6.) De manera similar, aunque los israelitas estaban confiados porque el arca se hallaba entre sus fuerzas de combate, los filisteos mataron a 30.000 soldados de Israel y hasta se apoderaron de ella. (Sa 4:1-11.) La recuperación del arca de manos de los filisteos fue una ocasión de gran regocijo, en la que se ofrecieron sacrificios y se expresaron gracias, lo que no impidió que Yahveh ‘derribara al pueblo con gran matanza’. ¿Por qué? “Porque habían mirado el arca de Yahveh”, una violación de su mandato expreso. (Sa 6:11-21; Nú 4:6, 20.) No se sabe con exactitud cuántos murieron en esa ocasión. El texto masorético dice: “De modo que derribó entre el pueblo a setenta hombres —cincuenta mil hombres—”. Esta construcción tan ambigua hace pensar que la expresión “cincuenta mil hombres” es una interpolación. La Versión Peshitta siriaca y una versión arábiga dicen que fueron derribados “cinco mil setenta hombres”. El Targum de Jonatán relata: “Y él derribó a setenta hombres entre los ancianos del pueblo, y a cincuenta mil entre la congregación”. La Versión de los Setenta dice que “él derribó a setenta hombres entre ellos, y a cincuenta mil de los hombres”, mientras que Josefo menciona solo a setenta hombres. (Antigüedades Judías, libro VI, cap. I, sec. 4.).

 

En cuanto a la existencia histórica del Arca de la Alianza, desde principios del siglo XXI se ha producido un auténtico debate historiográfico para tratar de averiguar cuál fue la naturaleza de este importante objeto de culto. Por una parte, los conocidos como historiadores minimalistas, encabezados por los arqueólogos israelitas Finkelstein y Silberman, autores de La Biblia Desenterrada, rechazan la propia existencia de la reliquia, al negar, entre otras cosas, el carácter histórico del Éxodo y buena parte de los hechos narrados en la Biblia sobre la Monarquía Unificada. Por otra parte, autores más sensacionalistas como Graham Hancock, autor de Símbolo y Señal, se alinean con los biblistas, que basándose en una interpretación demasiado literal del Antiguo Testamento, la interpretan tal y como la describe el Libro Sagrado. Una postura intermedia la representa el profesor español Javier Martínez-Pinna, autor de Operación trompetas de Jericó, quien no parece dudar de la existencia histórica del Arca, después de estudiar el registro arqueológico y descubrir artefactos con las mismas características, en el mismo contexto geográfico y temporal del pueblo israelita a comienzos del primer milenio antes de Cristo.

 

 

Esoterismo del Arca de la Alianza

  • Los dos Querubines Alados

En cada extremo se alzaban dos querubines. Las alas de aquellos seres mágicos se tocaban para formar el trono de Dios.

Con relación a estas misteriosas figuras, algunos biblistas relacionan el término KERUVIN con la palabra acadia «KARIBU»; que según la iconografía oriental eran genios de figura semihumana o semianimal que velaban a las puertas de los palacios.

 

Es cierto que los asirios hacían representaciones de criaturas aladas, especialmente de toros o leones. Las encontramos entre los egipcios y también entre los hititas. El trono del rey de Hirán en Biblos estaba soportado por dos criaturas de rostro humano, cuerpo de león y grandes alas. Pero en realidad, nada se sabe del formato de los Querubines tallados en el propiciatorio. El historiador Josefo nos dice:

«…y tenía dos figuras que los hebreos llamaban Querubines; y que son criaturas aladas, pero en su forma nada parecida a ninguno de los seres contemplados por los hombres, y que Moisés asegura haber visto en el trono de Dios»

Esta mención ambigua, nos muestra que las ideas que estaban en boga en el primer siglo y en la época talmúdica se hallaban bastante divididas. La confusión parte lógicamente, porque ninguno de los judíos de la era post-exílica y cristiana habían visto los utensilios originales, ni del Tabernáculo mosaico, ni del edificio salomónico. Además las tradiciones del Antiguo Testamento nos silencian muchos de los detalles que hoy intentamos reconstruir.

Después que los judíos regresaron del cautiverio en Babilonia, levantaron un segundo templo bajo el mando del gobernador Zorobabel. Para entonces el Arca ya no estaba. Parte del mobiliario fue repuesto, fueron modelados nuevos candelabros de siete trazos, conocidos como los Menorah. Según el profeta Zacarías simbolizaban «los siete ojos de Dios» (Zac 4:10). La opinión de Josefo y de Filón, era que representaban los siete días de la creación; parecer que se trasladó a los autores midrásticos (Siglos l-II).

 

Uno de ellos, aparece grabado en la parte superior del Arco de Tito, que conmemora la destrucción de Jerusalén en el año 70 EC. Al pie del Menorah, se puede hacer una observación interesante. Allí se estampan dos figuras híbridas enfrentadas, parecen que son leviatanes o serpientes mitológicas hebreas. Según se pensaba eran mensajeros de Dios, cuya efigie coronaban el Arca de la Alianza.

 

Otra tradición talmúdica, cuenta que se prohibió las representaciones de dicha iconografía por considerarlas idolátricas. Si bien, no se puede llegar a una conclusión definitiva, lo más probable es que hayan sido  figuras de aspecto humano. La excesiva tendencia al antropomorfismo que caracterizó al culto temprano de Yahvé, nos hace realmente dudar que los querubines de la cubierta se muestren como figuras grotescas hechas a imitación de monstruosas imágenes aladas de otras naciones. Sumado a esto, la creciente necesidad de dicha etnia de mostrar una marcada diferencia con la religión de sus contemporáneos.

 

¿Fueron objetos idolátricos propios de un culto primitivo? ¿Habrán sido una amenaza contradictoria al característico monoteísmo hebreo? Hay quien ha visto en los querubines una manifestación totémica, evocando las costumbres semitas de guardar los ídolos domésticos o máscaras cúlticas en las arcas familiares. Sin embargo, no hay evidencia de ello, ya que el Decálogo, que el Arca misma guardaba, prohibía expresamente cualquier representación física de Yahvé (Ex 20:4). Además, no estaban expuestas a los ojos del pueblo. Por lo tanto, no parece verosímil que hayan sido utilizadas con ese propósito.

 

  • Su Ubicación y Contenido

En el interior del Arca se guardaban las dos tablas de piedra con los diez mandamientos mosaicos (escritos por el dedo de dios), el maná en un jarrón de oro, la vara florecida de Aarón y un libro de la ley.

El Arca de la Alianza simbolizaba la presencia de Dios. Poseía también el carácter de talismán en la batalla, como en la conquista de Jericó. Era muy potente y debía ser envuelta en velos antes que la levantaran. Sólo el sumo sacerdote podía acercarse al Arca misteriosa y resplandeciente, y únicamente una vez al año, en el día de la expiación. Era tan sagrada el Arca que el sólo tocarla ocasionaba la muerte inmediata. Luego de que los hebreos se establecieron en Canaán, el arca permaneció en el tabernáculo en Silio. Luego estuvo en el Templo de Salomón. Y luego desapareció…Hoy es una reliquia religiosa desaparecida, lo que mantiene vivo el interés por su misterio tanto entre estudios de la Biblia como entre arqueólogos que desean hallarla para demostrar definitivamente su existencia histórica.

 

Traspasando la pesada cortina de hilo azul, estampada con figuras de querubines de oro, penetramos en el lugar más recóndito y santo del templo de los israelitas: el sanctasanctórum. Este era un compartimiento de forma cúbica, cuyas medidas significaban perfección y simetría a grado superlativo. Como tipo del cielo, morada de Yahvé, compartía el simbolismo de «centro». En el corazón del recinto se hallaba el artefacto más sagrado, la incontemplable y resplandeciente Arca de la Alianza.

 

  • El Arca como Tipo de Salvación

La totalidad de sus partes, contenía una altísima densidad simbólica. Sombra del trono de Dios, el Arca era su estrado. Jehová sentado sobre los querubines en medio del campamento del antiguo Israel, gobernaba y emitía su legislación, la Alianza.

Como elemento santo, fue el más completo tipo de salvación ante la condición de muerte que padece la humanidad. En ella se conjugaba un mensaje ambivalente. Era como si estos espíritus que coronaban el cofre tuvieran la facultad de dar muerte al pecador en cumplimiento de la sentencia divina, como de permitir el acceso a la vida. Según el mito de origen, el jardín de Edén era como un tabernáculo natural; contenía la provisión de vida eterna, representada en el árbol sagrado.

Cuando la primera pareja infligió la ley de Dios fueron exiliados del Jardín y condenados a muerte. Querubines ardientes, con una espada de fuego, flanqueaban la entrada. Custodiando e camino al Árbol de la Vida. Esto nos retrotrae a varios mitos en los que se hallan motivos de monstruos o grifos vigilando y montando guardia frente a un árbol de la inmortalidad. El desafío es vencer a los custodios. Hércules, para apoderarse de las manzanas de oro, debió reducir al dragón. No desde la lucha heroica, ni desde la magia, sino desde la súplica y comprensión, Abel debe conquistar el beneplácito de Dios. Debe comprar el acceso con su propia sangre o vida. Para que ello no ocurra ofrece un valor equivalente, la sangre de un torillo sacrificial. Sólo pagando el precio se obtiene el pasaje al árbol deseado. Si bien Jehová aceptó dicho acto consumiendo la ofrenda con una aterradora llamarada que provenía desde la espada, el hecho de que Abel no obtuviera el paso demostraba que el sacrificio o pago no era suficiente. La madera con la que estaba construida el Arca, tiene su correspondencia en el Árbol de la Vida del que habla el mito. El propiciatorio, al puente de entrada de Edén, lo que separaba lo divino de lo profano.

Durante el día de la expiación, el Sumo Sacerdote en representación
del pueblo, rociaba la sangre de un toro delante del Arca. Una vez del lado oriental y otra del lado occidental de la cubierta, en símbolo de muerte y resurrección. Se pagaba con una vida (sangre animal) por la vida que le correspondía dar a Israel. En cambio por el rescate se obtenía perdón por el lapso de un año.  El ritual fue reinterpretado en la literatura apocalíptica temprana. Ahora la madera del Arca tenía una nueva correspondencia a escala mayor, al madero de Cristo y su sacrificio, dado a cambio no sólo por los pecado de un pueblo sino abarcando a toda la humanidad.  El Arca no estaría en medio de Israel para siempre, su destino y significación aún encierran muchos enigmas de orden histórico y religioso. El oráculo de Jeremías había predicho que llegaría un tiempo en el que ya no habitaría en un templo terrestre (Jer. 3:16,17). Una vez cumplida su función típica, sería una sombra que se proyectaría en una verdadera realidad. En una visión, Juan, el apostol, contempla la Jerusalén Celestial y el verdadero templo de cristal. Sobre un trono relumbrante la difusa figura como de un hombre, era la mismísima persona de Yahvé. En medio de densas nubes se epifanizó el Arca: » Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de la Alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos y truenos». (Apocalipsis: 19)-Nueva Biblia de Jerusalén.  Para la interpretación cristiana, su paradero era evidente. Dios mismo la hizo desaparecer para transferirla a esferas celestes. ¿Será esto un símbolo de que el trono de Dios ya no regiría más sobre la tierra? Pero más allá de la historia de Israel y de la teología cristiana, herméticos secretos rodearon a este fabuloso artefacto de factura humana pero de diseño divino. ¿Qué reflexión finalmente podemos hacer de él? El Arca fue parte del pasado religioso de un pueblo. Mientras el historiador empírico y pragmático emprende su búsqueda bajo tierra, el creyente lo hace más arriba de ella, en los cielos. Para él su destino es claro, ya no pertenece a este mundo. Símbolo del dios hebreo que mediatizó su presencia, seguirá impartiendo esperanza de redención a los que hoy contemplan con fe el Arca de la Alianza.

 

El Arca y la Arqueología

El destino del Arca de la Alianza, representa uno de los grandes misterios de la historia y la arqueología. Nadie sabe cuándo, ni en qué circunstancias desapareció.

La última referencia que dan las fuentes bíblicas nos llevan al año 642 aC., durante el reinado de Josías de Judá. Ni en los anales testamentarios, ni en los registros de Nabucodonosor II, existe mención alguna que haya sido llevada a Babilonia después de la destrucción de Jerusalén. Tampoco que haya sido traída del exilio y colocada en el segundo templo o reemplazada por otra. Entonces, ¿qué pasó con el Arca? Examinemos algunas de las tantas respuestas que ha intentado darnos la ciencia. Por mucho tiempo se pensó que el faraón Sisaq (conocido en los textos egipcios como Sesonq 1 y fundador de la dinastía libia) era una posible respuesta. En el año 1~8 a C, invadió Judá con una poderosa fuerza militar, capturó varias ciudades fortificadas y luego dirigió su atención hacia Jerusalén.

El registro de 2 Crónicas 12:1-12, dice que Egipto despojó a la ciudad santa de sus tesoros, lo que supone que Sisaq profanó el Templo. Esto ha llevado a los investigadores a pensar que el Arca fue trasladada a lo que fue la antigua Libia, donde actualmente se encontraría sepultada. Pero dicha suposición desconoce un elemento fundamental, que existe una mención de ella trescientos años después en 2 Cro 34:8-35:19. Ahora si Sisaq penetró en el templo, ¿por qué no capturó el cofre? ¿Acaso había sido escondida en algún cuarto secreto?

Esta es la posibilidad que actualmente se está considerando, que esté:

  • Eenterrada bajo el monte Moría. Lamentablemente las excavaciones en el lugar son prácticamente imposibles, debido a que allí se levanta un lugar sagrado para los musulmanes, la cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa, construida a principios del siglo VII eC.
  • Otro lugar donde se dice que es posible que esté el Arca es en Etiopía. En la antiguedad funcionaba el gran reino de Meroe. La línea real sólo era por vía materna y data del siglo VII a.C., pero según la leyenda, el fundador de esa dinastía fue el mítico hijo de Salomón y la reina de Saba. De ahí que la fe de muchos atestigüe que Etiopía es el actual depositario del cofre sagrado, aunque sus antiguos habitantes no adoraban a Yahvé, sino a Amón e Isis.

 

  • El Enigma de la Reina de Saba

“Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en abundancia, y piedras preciosas; y cuando vino a Salomón, le expuso todo  lo que su corazón tenía”. Libro 1 Reyes 10.

Esta extraña reina, que llegó a Jerusalén cargada de presentes para el rey Salomón, también aparece mencionada en el Corán; así como en el Kebra Nagast, que es el libro sagrado de Etiopía donde se relata la historia de todos sus reyes.

Hipotética Ubicación del Reino de Saba

En las escrituras sagradas etíopes se cuenta que la reina de Saba, conocida también por los nombres de Makeda o Balkis, fue la primera soberana de aquel reino: un territorio lleno de jardines y muy rico en oro, plata, piedras preciosas, especias, incienso y mirra.

Parece que no hay lugar a dudas sobre la existencia de los sabeos, antiguas tribus ampliamente reseñadas en la historia, que se cree ocuparon, entre los siglos XII y X a.C., los territorios de las actuales naciones Etiopía y Yemen.

El Kebra Nagast narra que la reina de Saba regresó de Jerusalén embarazada y tuvo un hijo al que puso por nombre Menelik, que quiere decir el “hijo del sabio”, el cual, llegado el momento, asumió la jefatura del reino como Menelik I.

Cuando el hijo de Makeda fue hombre, quiso conocer a su padre; como prueba de que era hijo de Salomón llevó un anillo que éste le había regalado a su madre al partir, por lo fue recibido con mucho afecto y tratado como un príncipe en Jerusalén.

Pero lo más sorprendente de lo que se encuentra escrito en los libros sagrados de Etiopía, es que Salomón entregó a Menelik, antes de que éste regresara a su tierra, el Arca de la Alianza.

 

  • Los Templarios

El 25 de octubre de 2016 el Vaticano hizo público un documento que había permanecido oculto durante 700 años y que revela la investigación oficial de la Iglesia sobre las actividades de los Caballeros Templarios. Como consecuencia de sus actos, los templarios fueron encontrados culpables en el 1306 por idolatría, blasfemia y herejía; con el castigo de disolver la orden. Se cree que el papa Clemente V condenó a la Orden para hacerse con sus tesoros, gran parte de ellos del templo de Jerusalén.

 

Según la leyenda, los templarios regresaron a Inglaterra en el siglo XII portando reliquias sagradas de gran valor. Entre ellas se encontraría el Arca de la Alianza.

 

La falta de pruebas alimenta día a día el mito y creencias sobre el Arca de la Alianza, sus poderes extraordinarios y su ubicación.

 

¿Existió realmente el Arca en tiempos bíblicos? ¿Qué extrañas circunstancias rodearon a su desaparición? ¿Qué piensa la arqueología en estos últimos tiempos? y ¿Cuál es el simbolismo que encierra?

En épocas antiguas, era costumbre entre los seminómadas que vagaban por la creciente fértil, conservar dentro de ataúdes o arcones documentos importantes para la comunidad; ya sean títulos de propiedades o ídolos familiares conocidos como «terafines». Existen referencias, que otros pueblos como los fenicios, arameos, acadios, árabes y egipcios usaran estas arcas con fines domésticos o comunitarios.

La originalidad del arca de los hebreos, radicaba en que contenía evidencia de los hechos de redención de Dios. Era un memorial que hacía de archivo sagrado para la conservación de artículos que servían de recordatorio o testimonio (Los diez mandamientos). Esto la convertía en un artefacto religioso, ya que era un emblema del culto primitivo; un símbolo de la soberanía y de la presencia divina.

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