Simón Rodríguez un gigante de la educación.

Fue el maestro del Libertador Bolívar, el forjador de su ideario emancipador. Humanista, rebelde, con una extraordinaria profundidad filosófica, fue activo masón, que supo llevar la luz del raciocinio a las más apartados comarcas del Nuevo Mundo.

Fundó escuelas normales en Chuquisaca y Cochabamba, en la lejana Bolivia, con la misma mística que solía poner de manifiesto en sus discusiones filosóficas en las logias de Francia y los Estados Unidos.

Nació en Caracas el 28 de octubre de 1771. Fueron sus padres Cayetano Carreño y Rosalía Rodríguez. Se cambió el apellido paterno por el materno, a raíz de una violenta discusión que tuvo con su hermano carnal Cayetano.

Cayetano era conservador y concupiscente, con ideas contrarias al espíritu liberal y reformista que evidenciaba Simón desde muy joven. Un día discutieron tan violentamente, que Simón para no parecerse en nada a su hermano, decidió adoptar el apellido Rodríguez.

Inquieto, estudioso del pensamiento revolucionario de Juan Jacobo Rousseau, participó en el movimiento revolucionario de Manuel Gual y José María España, ambos destacados dirigentes masones. Debido a esto en 1797 salió de Venezuela. Temía no sin razón que los realistas lo mandaran a la horca. Para viajar sin peligro de ser arrestado, se puso el nombre de SAMUEL ROBINSON.

Años antes, había sido el maestro de un niño, que con el correr de los años sería el Libertador de cinco naciones, enseñándole el valor de la libertad, la importancia de la justicia y el significado de la autodeterminación. A ese niño le inculcó el amor a Venezuela y la necesidad de rebelarse contra la opresión.

De Venezuela salió por el puerto de La Guaira, embarcándose rumbo a Jamaica. Allí estudió inglés, partiendo después a Filadelfia. En los Estados Unidos residió algún tiempo, viajando más tarde a España, Francia y Austria. En Viena consiguió un buen empleo que alternaba con su visita a la surtida biblioteca del reino.

En Francia se encontró con su antiguo discípulo, el joven Simón Bolívar. Juntos recorrieron varios países. Presenciaron emocionados la coronación de Napoleón Bonaparte y fueron a Roma. Cuando llegaron al Monte Sagrado, emocionado por los relatos épicos de su maestro y amigo, Bolívar pronunció su famoso juramento, tan comentado por los historiadores.

Al cabo de veinte años de ausencia en diferentes países europeos, Simón Rodríguez volvió a Sur América.

Cuando estaba en Colombia, recibió una conceptuosa carta del Libertador, la cual empezaba así: “Oh! mi maestro! Oh! mi amigo! Oh! mi Robinson!… Usted formó mi corazón para la libertad”. Esas frases no pueden ser más elocuentes ni expresivas. El Libertador testimoniaba así su reconocimiento por la gran labor espiritual de Simón Rodríguez, quien sembró en la mente del Emancipador, las semillas de la magna obra de la Independencia.

Bolívar, llevó a su viejo maestro al Perú. Juntos entraron a Lima, siguiendo viaje, después de todas las gestas heroicas, rumbo al Alto Perú.

En la nueva nación soberana creada por el Libertador: Bolivia, Simón Rodríguez, por mandato expreso del héroe de Boyacá, Carabobo y Junín, se dedicó de lleno a la creación de las estructuras de la educación, con el cargo de Director General de Instrucción Pública y Beneficencia.

Todos los conocimientos que adquirió en Francia, Italia, Estados Unidos y Austria, sus ideales masónicos de forjar una juventud realmente libre y responsable, los puso de inmediato en práctica. En la ciudad de Sucre, Departamento de Chuquisaca, fundó una escuela normal, para la formación de maestros. Un instituto similar organizó después en Cochabamba. Los programas de estudios comprendían los más avanzados conceptos pedagógicos.

Simón Rodríguez, que había estudiado a fondo a los grandes pensadores masones: Rousseau, Diderot, Voltaire, D’Alembert, Montesquieu y otros, soñaba con una juventud democrática, liberada de prejuicios y supersticiones; con un cabal concepto del significado del trabajo, de la igualdad y la justicia.

Pero, encontró muchos tropiezos. Le salieron al encuentro seudo educadores de mentalidad colonial, que seguían pensando como en la época de Carlos V. Desengañado y triste, salió de Bolivia, buscando refugio en una tranquila aldea en la costa del Perú, después de un corto peregrinaje por Chile.

Allí siguió enseñando en una modesta escuela y dedicado a la artesanía en sus momentos libres. Dejó de existir en 1854. Legó a la posteridad algunos libros, entre los que destacan: “El Suelo y sus habitantes” y “Extracto Sucinto sobre la Educación Republicana”.

¿Dónde se inició Simón Rodríguez en la masonería? Varios autores afirman, que después que salió de Venezuela en 1797, al quedar comprometido, en el movimiento revolucionario de Gual y España, primero fue a Jamaica a estudiar inglés, viajando más tarde a los Estados Unidos.

En diferentes libros y revistas norteamericanas, francesas y británicas, hay referencias muy vagas sobre la iniciación de Simón Rodríguez. Lo que está confirmado, en París, cuando se encontró con su discípulo el joven Simón Bolívar, ostentaba el Grado de Maestro Masón. Todo parece indicar que fue en Francia donde recibió el sublime Grado de Maestro Masón. Humboldt y Bonpland, ambos masones, cuando hablan de Simón Rodríguez, le confieren el título de “Maestro”. Finalmente en los archivos de la Gran Logia de Bolivia, hay abundantes referencias sobre la actividad masónica en Chuquisaca y Cochabamba, del Q:. H :. Maestro Masón, Simón Rodríguez.

Todo esto lleva a la conclusión que Simón Rodríguez, tenía el Grado 3° del simbolismo masónico. Por lo demás su vida y obra, siempre dentro del compás y la escuadra, es el mejor testimonio de su militancia en la francmasonería.

Murió en Amotape, una aldea del norte peruano, el 28 de febrero de 1854.

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