Los Cataros y el Catarismo.

Por: Nicolás Hoyer.

Los llamados ‘’Cátaros’’ consideraban que la Iglesia católica de Roma se encontraba en una desmedida perdida de su primitiva esencia Cristiana, con sus seguidores vivían su Fe, con sencillez, pobreza y humanismo, que según los Cátaros , habían perdido en gran manera, convirtiéndose en una religión prepotente, cuyos fieles vivían en continuo temor al castigo divino por cualquier falta o desvío de sus actos, que pudiera reportarles la condena perpetua
de sus almas, estaban los cristianos obligados bajo pena de excomunión, obediencia ciega hacia los dogmas que la Iglesia, consideraba inamovibles.

Anteriormente la investigación de los cátaros fue tremendamente difícil , debido a la persecución sufrida que atravesaron, que los diezmó física y moralmente, destruyendo además en gran manera todo documento que pudiera vislumbrar alguna luz realista sobre esta llamada ‘’herejía’’.

Los cátaros son un movimiento religioso que surgió hacia mediados del siglo XII como suma de varias corrientes heréticas del siglo anterior como serian los antisacerdocio, antisacramental, la corriente de rechazo al latín litúrgico o la de aspiración de un existente contacto personal con Di.s, entre otras.

Se podría decir que es una especie del antiguo maniqueísmo de los siglos IV-V porque se basan en la misma idea básica de la creencia dualista del Bien y del Mal.

Situándolos en un mismo plano y entre los que se genera una lucha universal y perpetua.

Surgen en la zona de Lombardía y Languedoc, en Francia y en los Pirineos franceses y Catalanes.

Para poder entender de manera exponencial quienes eran Los Cataros y como surgieron es importante hablar precisamente de ‘’La Herejía’.

Un fenomeno social y espiritual propios del gran movimiento de reforma de la Iglesia catolica en el s. XI; la gente estaba cansada de los diezmos y de las imposiciones de la Iglesia, los sacerdotes predicaban lo que después ellos mismos no realizaban.

Bajo esta situación, un grupo que da ejemplo de lo que predica y no pide nada a cambio atrae la atención de los más pobres y a la larga incluso también de algunos nobles.

Las herejías medievales, a diferencia de las antiguas que se basan en preocupaciones intelectuales y teológicas, son inspiradas en motivos morales.

El primer hereje de Occidente fue un campesino de Champaña, Leutard, que a finales del año 1000, después de un sueño inspirado por Dios, predicó que se dejaran de pagar los diezmos.

En 1163, Eckbert de Schônau (Canónigo), llama a los herejes “cátaros” que significa ‘’Puros’’.

En esos años ya eran un gran movimiento social y espiritual, se proclaman como la religión dualista y se consideran diferentes del cristianismo.

Otra de las concepciones que se ha hecho del nombre es del término latino ‘’cattus’’ que significa “gato”, asociado habitualmente a brujas y herejes. Además también se les llamaba albigenses, de la ciudad occitana de Albi, que llegó a congregar un importante número de
cátaros.

Se denominaban entre ellos mismos Bons Homes (Hombres Buenos), porque predicaban la humildad y el servicio. Los cátaros se basan en las enseñanzas más básicas de Jesús sobre la pobreza, la humildad y la vida austera.

Su modelo espiritual era Jesús. Se escribieron algunas leyendas para dar a conocer al pueblo el mito en el que basan sus doctrinas.

El Cátaro en ese entonces Bernard Franca, Clérigo de la ciudad de Goulier, dejó escrita esta leyenda, que se puede encontrar en lo que después se llamaría “Breviario de las Leyendas Cátaras”:

“Hace mucho tiempo, un pájaro muy especial surcaba el cielo, todo el mundo lo conocía con el nombre de pelicano, y también era sabido que entre sus costumbres estaba la de seguir el curso luminoso del sol.

No tenia miedo al calor, ni tomaba un momento de descanso durante las horas diurnas.

Pero llegó la época del apareamiento, lo que le privó de su placer durante unos instantes.

Después reemprendió el vuelo en busca de los ardientes rayos solares. Cuando puso los huevos, los cuidó con gran dolor, ya que esta situación le privaba de sus prolongados recorridos, amando sus queridos rayos solares. Por esto, intentó recuperar todo el rato
perdido, dejando a sus crías en el nido, bien provistas de alimento suficiente.

No obstante, durante su ausencia, una bestia maligna llegó a su nido, y con saña y maldad desplumó y arrancó el pico a las crías del pelicano.

En esta situación este animal encontró a su vuelta el nido. Muy disgustado, curó a sus «Hijos» y al día siguiente, volvió a marchar.
Pero los ataques malvados al nido se volvieron a producir, cada vez con mas saña, por lo que tuvo de olvidarse de su placer, con el fin de poder sorprender a su enemigo, por lo que se escondió allá donde no podía ser descubierto y de esta manera fue como pudo descubrir a la bestia maligna, dándole muerte. Así sus crías quedaron libres de toda amenaza, y al mismo tiempo, pudieron contar con una mayor compañía, ya que el pelicano escarmentado, repartió el tiempo de la vigilancia de su nido con la del gozo de volar detrás de los rayos del sol.”

La explicación que Los Cataros daban a esta leyenda, resulta un tanto compleja desde el punto de vista conservador de una iglesia imponente como la de San Pedro.., veían en el pelicano a Cristo, el cual perdió su luminosidad al ser engendrado en la Virgen Maria, pero la recuperó cuando venció las fuerzas malignas de la tierra.
Leyendas como esta, servían para acercar el mito sobre el que ellos se basaban, que era las enseñanzas de Jesús, al pueblo.

Para los Cataros El espíritu vivía prisionero en los cuerpos de los hombres, atado por los deseos y las pasiones. Jesucristo, hijo de Di.s, era un ser puramente espiritual que vino a la Tierra para proporcionar un bautismo que garantizaba la salvación: el consolamentum, que se había ido transmitiendo desde entonces mediante la imposición de manos.

Era el único sacramento que admitían los cátaros y lo administraban los miembros más puros de la comunidad, los bons homes, a quienes la Iglesia católica llamó «perfectos» en son de
burla.

Protegido por la nobleza occitana el catarismo fue destruido por una cruzada que empezó en 1209, y tuvo su hito más significativo en la toma del castillo de Montsegur en 1244 y la quema de los cátaros allí refugiados. Éste fue el origen de una de las leyendas más famosas: la
del «tesoro de los cátaros», surgida de las declaraciones inquisitoriales realizadas tras la caída del castillo. En una de ellas, el hereje Arnaut Rotger de Mirepoix afirmaba que «cuando los
perfectos salían del castillo de Montsegur para ser entregados a la Iglesia y al rey, Pèire Rotger de Mirepoix retuvo en el castillo a Amiel Aicart y su compañero Hug, y de noche, después de que el resto de perfectos hubieran sido quemados en masa, Pèire Rotger los escondió y se evadieron; y esto se hizo para que la Iglesia de los herejes no perdiera su tesoro que había sido escondido en los bosques». Otra declaración, de Imbert de Salles, afirmaba que
«sacaron el oro y la plata e infinidad de monedas».

La naturaleza del tesoro también sería objeto de numerosas especulaciones. Varios escritores de la epoca impulsaron la teoria de un vinculo entre ‘’El Santo Grial’’ y los Cataros particularmente en una novela alemana sobre el Grial compuesta hacia 1240.

A partir de esta teoría, varios autores desarrollaron la idea de que el Tesoro de los cátaros era el famoso Grial de las novelas de caballeria.

¿Escondieron los cátaros el Grial? En realidad, el Grial es un producto literario de las novelas de caballería, un símbolo de perfección espiritual cristiana. Y no hay que olvidar que el
motivo central del Grial es el oficio religioso, la misa, que los cátaros repudiaban: sólo aceptaban el ritual del consolament.

‘’Desde entonces se ha desarrollado una imagen de los cátaros que poco tiene que ver con su historia y que en el sur de Francia ha dado lugar a una pujante actividad turística en base a la ruta de los «castillos cátaros».

En realidad, no existen tales castillos: excepto en los casos de
Montsegur y, en parte, de Quéribus, que acogieron a comunidades heréticas, el resto son, como mucho, fortalezas donde puede que, en algún momento, vivieran cátaros.

Tampoco existen las llamadas «cruces cátaras». No es de extrañar, porque, como se preguntaba Guilhem Belibasta, el último cátaro, ¿acaso algún cristiano puede adorar la cruz cuando fue el lugar del martirio del hijo de Di.s? Las cruces que hoy día se conocen como
«cátaras» son, en realidad, emblemas de la nobleza occitana que respaldó de forma más o menos intensa a los cátaros. La frontera entre leyenda y realidad es tan ambigua como frágil, y, como nos recuerdan los mitos sobre el catarismo, la leyenda se ha impuesto muchas veces a una realidad demasiado prosaica’’.

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